Había una vez un
mundo perfecto, la naturaleza era increíblemente hermosa y la variedad de
plantas y animales que se encontraban en el eran exquisitas. Funcionaba a la
perfección y su belleza se incrementaba con el pasar de los años.
Un día nació un niño,
y se dio cuenta que el mundo no era perfecto. Todos decían que estaba loco, pero
el insistía en que podía ser mejor. El niño trabajó toda su vida hasta volverse
un anciano, y fue el primer inventor de la historia.
Los habitantes del
mundo perfecto empezaron a seguir los pasos del primer inventor, trabajando
forzosamente para que el mundo fuese un lugar mejor. Con el paso del tiempo se
volvió costumbre “arreglar” lo que estuviese mal en el mundo perfecto.
Un día nació otro
niño, y se dio cuenta que el mundo todavía no era perfecto. “No, el mundo no es
perfecto. No hay animales ni hay plantas porque las han quitado para construir
cosas y lo bonito que tenía antes lo han cubierto con otras cosas, que aunque
son bonitas nunca podrán igualar a la belleza que tuvo una vez el mundo
perfecto”.
Los habitantes
rechazaron por completo las ideas del niño loco y siguieron construyendo cosas,
hasta el punto en que no quedó nada del mundo perfecto y un montón de
tecnología sustituyó lo que antes había estado bien. Cuando se dieron cuenta,
ya fue muy tarde y todos fueron condenados a vivir en el mundo, que ya no se
llamaba “Perfecto” porque le habían arrebatado esa cualidad y la esperanza de
algún día volver a ser igual.
FIN.
¿Suena a cuento de los hermanos Grimm verdad? Bueno, quizás
no. Pero aunque la historia puede sonar un poco infantil y tonta, explica mi
punto.
El otro día encontré con algo curioso a lo que no había
prestado mucha atención: La navaja de Occam. Lo que deben saber es su principio
primordial “A veces la respuesta a un problema es tan fácil que la obviamos por
considerarla insignificante”.
¿No deberíamos estar cansados ya de lo mejor? “Lo mejor” ha
traído muchas cosas buenas para mejorar la calidad de vida de todos, pero quizá
los problemas que ha traído consigo sean una maldición imposible de revertir,
por el hecho de que nunca admitiremos que tal vez, las cosas hubiesen sido
mejor si no hubiésemos tratado de arreglar lo que ya estaba bien.
La solución más fácil al problema más grande que ha tenido
la existencia del ser humano, y que ha sido obviada por todos: El mundo era
perfecto antes de que alguien opinara que no era así.
Quizá este cuento necesite un Walt Disney que le dé un final
feliz, pero la realidad siempre nos va a perseguir y nos demostrará que la
solución al problema era simplemente dejarlo ser perfecto.
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