Es la mañana de navidad, el clima está fresco, alguien está haciendo café en la cocina y en la sala está el árbol de navidad con un montón de regalos a su alrededor.
En San Valentín siempre esperamos flores y chocolates, o una cena romántica; en aniversario joyas, una escapada repentina o una sorpresa emotiva. Cada fecha tiene más o menos sus parámetros, pero los regalos de navidad no.
Los regalos de navidad son curiosos, porque pueden ir desde un bolígrafo hasta un anillo de compromiso o un carro. Nunca sabes qué esperar.
En el árbol de la sala hay regalos con empaques preciosos. Dorados, rojos, verdes, con moños de tela elegantes y pomposos, que brillan desde el otro lado de la habitación.
Hay otros menos obstentosos, con empaques azules, negros, grises, con un aire de elegancia imponente, quizás más pequeños pero que a leguas se ven destilando importancia.
Están también los emotivos, que quizás su empaque es poco ortodoxo, como el empaque rústico hecho por un niño para sus padres, o la bolsa de regalo de la abuelita que tiene 3 años guardada en la despensa y ha tenido un par de accidentes en su corta vida. Un poco rudimentario, pero que siempre trae esa sensación especial porque sabemos que lo que trae dentro probablemente marcará nuestras vidas.
Y está el regalo equivocado. El regalo por educación.
El regalo equivocado no necesariamente es equivocado, quizás alguien lo eligió con una razón, pero nunca parece formar parte del espíritu navideño.
Es el empaque que no es pomposo, no es elegante ni emotivo.
Es la bolsa de regalo que tienen en la salida de la tienda en descuento, que tiene ositos anticuados en su diseño, con colores opacos que no están así por viejos o porque tienen muchas historias vividas en su haber, sino porque son tan poco interesantes que ni su manufactor puso empeño en hacerlos ver por lo menos decentes. Un empaque que se pierde en la pila debajo del árbol y que casi siempre queda al fondo cuando abren los regalos.
La familia se reúne con el café recién hecho y por fin comienza la apertura de regalos. Uno a uno va escogiendo un regalo pomposo o elegante con su nombre escrito en tarjetas llamativas, alegres, con mensajes bonitos y especiales. Y atrás va quedando el regalo equivocado. Muchos ni siquiera notan qué está ahí, otros sí pero se hacen los desentendidos y en su interior rezan porque ese no sea suyo.
La pila se reduce cada vez más, hasta que solo el regalo equivocado queda. Todos se miran entre sí y el positivo de la casa esboza una sonrisa, se agacha y toma el regalo entre sus manos: "No juzguemos un libro por su portada, es para mí".
Que el empaque no sea el mejor no quiere decir que el interior tenga que ser malo, ¿no?; Al fin y al cabo, en navidad cualquier cosa puede pasar.
Nuestro amigo buena vibra comienza a emocionarse mientras abre su regalo opaco, esperando un interior mejor, pero cuando la cinta adhesiva por fin cede y vemos su contenido, la sonrisa del desafortunado dueño se desvanece, seguida también por la sonrisa de todos los presentes.
Medias.
No medias con diseños graciosos ni especiales, tampoco de buena calidad, mucho menos a la moda. Es un paquete de medias del mercado, a la que se les olvidó quitarle la etiqueta de 60% de descuento.
El regalo equivocado.
Nuestro amigo, ahora un poco decepcionado, levanta la cara y regala una sonrisa forzada al resto de sus acompañantes para disminuir la tensión y dice con un tono monótono "Muchas gracias, está muy bonito. Útil"
Y seguidamente deja las medias en el mueble de la sala en el olvido, quizás mamá las recogerá después para dejarlas en alguna gaveta, pero en 8 segundos se fueron al olvido.
Así son los regalos equivocados. Quizás son útiles, quizás solo dan el mínimo, quizás hasta llevaron cierto esfuerzo. Pero son lo que son, los regalos que agradecemos por educación.
Los regalos equivocados nunca pidieron ser así, así los planearon y así fueron recibidos. Pero independientemente de su historia, aportan quizás 8 segundos a la vida de cualquier persona y después van a su destino inevitable: el cajón de atrás del closet. Ese que huele a humedad y donde están los pantalones que ya no nos quedan, las cosas que no tenemos donde más guardar y los regalos equivocados.
Espero que nunca nadie se sienta un regalo equivocado, un regalo por equivocación. Que nunca tengan que oler la humedad del cajón y que aunque no vengan en empaques pomposos ni con dedicatorias; encuentren su lugar en el closet, un poquito más afuera.
Espero salir algún día de mi bolsa de ositos, opaca y nada especial, y lo que más espero es que cuando salga, no sea solo un paquete de medias en descuento.
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