¿Alguna vez han estado en una situación donde no se sienten bien consigo mismos, o hay cosas en su vida que deberían cambiar y llega un fin de semana de esclarecimiento y energía donde dicen "Ya es hora, sí puedo, lo voy a hacer"?
Probablemente sí, a la mayoría nos ha pasado. Y llega la noche del domingo y estás emocionado por los cambios pero también tienes miedo de que llegue mañana y se te haya pasado todo.
Entonces te cuesta un poco dormirte pero lo logras, y cuando te despiertas en la mañana te das cuenta que la energía, las ganas de cambiar y el entusiasmo siguen ahí. Te levantas feliz y haces todo lo que te propones durante el día.
Así que cuando es momento de volver a la cama te acuestas cansado pero satisfecho de poder decir "hoy lo logré", y te duermes con una sonrisa en la cara (Bueno, probablemente una sonrisa en tus pensamientos porque qué raro dormirte sonriendo).
Llega el martes y sigues con tu cometido. Una sonrisa (de pensamiento) otra vez para dormir.
El miércoles también, pero en el transcurso del día te cansaste más y no hay sonrisa de pensamiento, pero igual estás satisfecho contigo mismo.
El jueves vas porque estás comprometido contigo mismo, pero ya el arranque de energía que tuviste volvió a su nivel normal, entonces logras tu cometido, sigues satisfecho, pero te duermes pensando, "Ya es jueves al menos, el fin de semana descansamos"
El viernes tienes algo más de energía porque sabes que solo faltan horas para el fin de semana, y te levantas a hacer lo que te propusiste, igual cansado pero emocionado porque dices "Ay, ya viene el fin de semana, gracias Dios, sácame de aquí"
Entonces los deliciosos pero fatídicos sábado y domingo llegan, y recordamos que no hacer lo que te propusiste es bien cómodo, o bien sabroso. Que comerte una hamburguesita es mucho más sabroso que pollito a la plancha, que ver películas acostado es más placentero que pasar dos horas al día haciendo que cada músculo de tu cuerpecito duela, que dejar de planear cada día rigurosamente es mucho menos cansado aunque sea efectivo, y así.
Y aparece el más temido: El demandante, contundente, cruel, realista y triste lunes siguiente.
Ese lunes después del lunes esclarecedor. El lunes después de la semana que pasaste esforzándote por lograrlo todo y que el viernes sentiste que era un logro, pero el lunes te diste cuenta que quizás es un "logrito" pero realmente no resolviste nada, ni cambiaste nada definitivo, ni bajaste de peso, ni hiciste músculo, ni nada porque es una semana, y en una semana no muchas cosas a largo plazo se pueden lograr.
Ninguna realmente.
Entonces es un logro porque aguantaste, mantuviste tu compromiso pero nada más.
Pasaste una semana luchando contigo mismo para lograrlo pero no hay menos medidas, no hay menos peso, no hay más bíceps, no hay ahorros todavía, no hay nada tangible, solo la sensación de que lo lograste. Por ahora.
Y ahí es cuando antes de levantarte empiezas a preguntarte:
¿Para qué hago esto?
Dios mío, ¿cuánto me voy a tardar en lograr esto?
Me duele todo, ¿de verdad es necesario esto?
O sea, tampoco estoy tan mal, ¿De verdad tengo que hacer esto?
Y así un millón de preguntas que tenemos en la cabeza mientras los minutos pasan y la meta cada vez se ve más lejos, más pesada, más sin sentido.
Entonces dices, LA VIDA ES UNA SOLA, y te inventas excusas, y el lunes no lo haces y como el lunes no lo haces, entonces el martes y miércoles tampoco. Y como ya casi se acaba la semana, ¿entonces, para qué?
Y en pocos minutos, acabamos con nuestra meta. Nuestra propia cabecita nos sabotea y nos olvidamos del objetivo hasta que nos sentimos mal de nuevo y empezamos el ciclo vicioso.
Entonces creo que cuando tenemos metas a largo plazo, el primer lunes es difícil de lograr, pero al que siempre le voy a tener miedo es al lunes siguiente. A todos los lunes siguientes, porque aquí es donde nuestro compromiso se demuestra y donde todos los domingos en la noche tenemos que volver a decir ESTA SEMANA TAMBIÉN VOY A PODER.
Hoy fue mi primer lunes siguiente y lo vencí aunque mi cabeza no quería dejarme, y espero ganar esa batalla todos los lunes siguientes. Si tienen alguna idea de cómo no dejarse vencer por el lunes siguiente, estoy abierta a sugerencias porque aunque lo vencí, pasé unas importantes dos horas debatiéndome a mí misma el por qué estoy haciendo esto. Es un cáncer el lunes siguiente.
Entonces en resumen, ya sé que las cosas por las que vale la pena luchar, nunca son fáciles pero no imposibles. Solo desearía que el momentum del primer día se mantuviera por lo menos los primeros 21 días, que se supone que son los días que necesitamos para hacer un hábito, y evitar este debate de mi asamblea mental que le gusta mucho quedarse viendo Gilmore Girls en la camita, mientras escucha la lluvia, toma cafecito y se hace skin care en sus días libres.
Hoy lo logré amigos, y espero seguirlo haciendo. Y si ustedes están en esta misma situación, espero que puedan también.
¡Fuck los lunes siguiente!
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