I guess nobody reads me anymore, but I don't really care.
Hola galletitas. Vivo prometiendo volver pero la vida y sus vueltas hace que cada vez se me haga más difícil hacerlo. Mis escombros se sienten oxidados al escribir y mis analogías elocuentes ya no salen a relucir como antes, pero hoy he decidido hablar porque la noche (Y los ronquidos de mis roommates) no me han dejado dormir.
Tengo un millón de cosas qué contarles, pero como saben, el año pasado perdí una parte de mí muy importante, y eso me ha hecho muy difícil plasmar aquí mis pensamientos.
Mi papito se fue, y desde entonces la mayoría de mis pensamientos giran entorno a él. Quizás eso nunca va a acabar, y por esa razón también evito escribir. Hablar de mi papá cada vez que escriba se puede tornar tedioso, en realidad siempre ronda en mi cabeza la idea de que hablar conmigo se ha vuelto tedioso en general porque todo siempre termina dando vueltas hasta llegar a él. Miren nada más, pensaba hablar de mi historia y sigo contando la de él.
Hoy he venido a contar con un atisbo de entusiasmo y un manojo de ansiedad lo mucho que ha cambiado mi vida desde la última vez que hablamos (Que hablaron conmigo y no de mi papá). Como muchos saben, mi vida siempre fue muy estable, pero el 2020 vino para arrasar con todo rastro de seguridad, rutina y tranquilidad que había en mi existencia.
Tenía muchos planes que al día de hoy ya no existen, e hice muchos más desde esa época que parece tan lejana ya.
Me vi arrinconada a tomar decisiones que quizás en otra situación no habría tomado, pero hoy por hoy agradezco todas y cada una de ellas.
Dejé mi carrera en pausa por un año, y una serie de eventos desafortunados me hicieron aprender a trabajar de verdad. Cambié mi estetoscopio por un rodillo y allí comenzó la aventura que estoy viviendo hoy.
Empecé a vender tequeños para lograr mi meta, y al final terminé cambiando el rodillo y mi postgrado también por un pasaje a un rumbo desconocido. Tanto tiempo había soñado con salir del país que me tenía "presa" para hacer mi vida de verdad, sin depender de nadie y surgiendo con mi esfuerzo que no me detuve realmente a pensar lo que eso significaba. Siempre supe que las dificultades se iban a presentar, pero no sabía que serían tan desconcertantes para mí hasta que comencé a vivirlas.
Llegué al aeropuerto de Quito el 2 de marzo después de pasar una noche en el piso del aeropuerto de Panamá, porque por supuesto yo no podía tener un viaje sin complicaciones y Venezuela hizo de las suyas una vez más antes de dejarme ir, retrasando mi vuelo y no dejándome llegar a mi conexión a tiempo. En cierta manera algo gracioso pero consecuente "No te vas a ir sin que te cague los planes una vez más".
Aún así, llegué a mi destino donde un grupo de salvadores me recibió con los brazos abiertos. Siempre me dijeron que no confiara en amigos afuera, porque siempre dicen que te recibirán con casa, comida y trabajo y nunca era así. Pero este grupo de personas especiales realmente cumplió e hicieron de mi llegada, la mejor que podría pedir.
De verdad tuve la casa, la cama caliente, el trabajo, compañía y hasta un ramo de flores precioso el día de mi llegada, cosa que no dejaré de agradecer nunca. Llegué a un país que nunca consideré ni siquiera visitar (Ni siquiera cuando me tocó cantar su himno en un proyecto escolar en el liceo, donde no tenía ni puta idea de qué himno era ni como sonaba, pero lo canté con la peor voz del universo entero para poder terminar con el bendito proyecto de una vez).
Quito abrió mis ojos y mi mente desde el primer día que llegué. Es un lugar hermoso, con un sistema de transporte excelente y personas increíbles. Todos han sido amables y comprensivos, todos me han tratado de la mejor manera, incluso cuando se enteraron que me contagié de covid justo antes de llegar.
Me dejaron reposar, mis amigos hicieron el papel de enfermeros y médicos de cabecera, y ya hoy por hoy estoy libre de esa horrible situación, pero nunca olvidaré lo bien que se portaron conmigo.
Entonces sola y en un sitio desconocido, comencé a conocer más del lugar, y hasta ahora no puedo decir que exista algo que quisiera cambiar. Quizás traer en un container la casita de mi abuela con todos adentro, especialmente mi mamá.
Lo más difícil ha sido estar lejos de mi familia, pero siempre me reconforto en que esto lo hago por un bien mayor, por el bien de todos en el futuro.
Entonces aquí sigo aprendiendo a diario y esforzándome por tener la estabilidad algún día para tenerlos a todos bien y cerquita.
Sin embargo, no me quejo en lo absoluto de mi experiencia aquí, donde he comprobado una vez más que los verdaderos amigos existen, y donde he conocido al menos uno más que sé que siempre tendrá un lugarcito especial entre mis personas más queridas.
Dentro de todo lo malo, me han tocado muchas cosas buenas también y siento desde entonces que la vida me ha dicho "Tu 2020 fue una grandísima mierda, te voy a dar un respiro" y lo agradezco inmensamente porque lo necesitaba como no tienen idea.
Tengo la esperanza de volver a ver a mi familia juntita otra vez, de hacer muchas cosas y finalmente empezar mi bello postgrado algún día, pero por ahora me conformo con sentir que las decisiones que he tomado no han sido tan malas, y que por fin pegué una otra vez.
Espero volver a contarles cómo me va antes de que mi pelo se vuelva gris por completo, pero voy a dejar de prometerlo porque cada vez que lo hago mi ausencia es mayor que la de mis ganas de pararme un sábado a las 6 de la mañana con 9ºc y lloviendo (Por fa no lluevas mañana).
Los dejo por hoy galletitas, pero volverán a oir de mí de nuevo. No sé cuando, pero volverán a oírme.
Buenas noches, casi madrugadas, little cookies.