Supongo que la adultez viene con mucho más que el aumento de peso desenfrenado y el acceso legal al alcohol. Además del derecho de tomar ciertas decisiones conlleva a la adquisición de una de las peores (Y mejores cosas a la vez): las responsabilidades.
Las responsabilidades no son más que las cosas molestosas que solían hacer nuestros padres (Como trabajar, ahorrar, comprar comida y limpiar la casa), por las cuales no les dábamos el mérito suficiente ya que asumíamos que era fácil porque lo hacían todo sin mostrar ni un destello de esfuerzo.
Los admiro y los admiraré siempre porque yo hago todas esas cosas y sigo con la casa sucia todos los días (Aunque todas las mañanas y tardes Mónica Geller se apodere de mis deseos e inevitablemente empiece a refregar y doblar todo lo que se me ponga en frente), siempre me falta algo por comprar cuando llego a casa y mis ahorros equivalen a lo que cuesta una empanada mordida y medio vaso de malta.
Además de todo eso, la adultez viene con otro tipo de cosas, cosas que son de veras desagradables y una de ellas es que puede inducirnos a dejar durmiendo a nuestro niño interior. El que pinta, el que juega, el que escribe y canta, que dibuja cada vez que le place y estudia con ansias de saber cada día más.
Mi niña interior dibuja torres Eiffel y Giraldas en el trabajo cuando no hay pacientes, canta todo el día (A veces bonito, a veces no), le gustan los documentales de Discovery sobre el universo y sus secretos, las galletas con chispas de chocolates, los pollitos, los girasoles, los huevos hervidos y el color amarillo.
Todos y cada uno de mis días intento que ella no se vaya nunca, porque es la que realmente me hace feliz. Amo a mis padres (Aunque discuta a diestra y siniestra con ellos) y a mi familia, aprecio a mis amigos de verdad, admiro a mis profesores y superiores que lo merecen, pero mi niña interior me hace feliz.
En fin, les hablo sobre esto porque me he dado cuenta que mientras más años (y responsabilidades) tengamos, más rápido pasa el tiempo, y nos pasa como les pasa a esos papás que trabajan horas extra: Dejamos de lado a nuestros niños. Hay cada vez menos tiempo para compartir con ellos, porque el dinero ni los títulos llegan solos, porque ya estamos grandes y ya no podemos depender de papá y mamá para que se encarguen de que todo esté en orden. Y la mala noticia de todo esto es que no va a mejorar.
El tiempo no vuelve y las responsabilidades se hacen cada vez mayores.
Pero hay un pequeño escape a la ley de la vida, y es por voluntad propia que tendremos derecho al mismo: Siempre hay 5 minutos, y tú decides cómo usarlos.
Yo decidí usarlos para hacer mis torres Eiffel y mis Giraldas, para cantar por los pasillos del hospital, y escribir de vez en cuando aquí, en mi refugio que me hace feliz.
Y ustedes?
Les escribo hoy porque tengo 3 días que no me soporto ni a mí misma y me he dado cuenta que mi niña interior sólo quería respirar un ratico. Espero saludarlos pronto, espero poder dalres 5 minutos más seguido.
Buenas tardes, medio mañanas porque es domingo, galletitas.