domingo, 6 de julio de 2014

Guayabo estudiantil #1824

Se está volviendo algo repetitivo esto, ¿no?

But well, little cookies, en esto se ha convertido mi vida.

Mi gris, monótona y decadente vida.

(No se preocupen, sigue existiendo la cerca fuera de mi casa así que no puedo saltar al río).



Llegué a mi casa y me obligué a quedarme dormida. Me desperté mucho rato después con la mayor parte de mi cuerpo entumecida por el NO descanso y me decidí a prepararme un café.

Tomé mi taza de café, dejé enfriando un té y me recosté de nuevo en la cama, rodeada de guías y cosas por hacer... Con un mundo girando y funcionando a mi alrededor y yo sintiéndome como nunca me había percatado: Una máquina.

De esas máquinas de la era industrial, que armaban artefactos en serie, todos del mismo color, el mismo tamaño y procedimiento.

"Corta, despega, ensambla, pega, pinta... corta, despega, ensambla, pega, pinta...".

¿En esto es en lo que nos convertimos al crecer? ¿Máquinas?

¿Pasé toda mi niñez deseando ser grande para ser una máquina?

El mismo sitio todos los días, la misma rutina de "Digo que estudio pero no estudio nada porque todo me sabe a calabacín hervido", los mismos conflictos y problemas, las mismas ganas de no opinar sobre los mismos temas que salen a relucir todos los días...

"Corta, despega, ensambla, pega, pinta..."

Los mismos exámenes de temas que parecen todos iguales, donde existen unos piquitos de felicidad (Que si me hablan de placas de ateroma, valvulopatías y Ascaris Lumbricoides), pero que siguen siendo sólo eso, piquitos que vuelven a la misma rutina.

"Corta, despega, ensambla, pega, pinta..."

Todo se ve opaco y en serie, como las tostadoras puestas en fila al final de la banda de ensamblaje de una empresa. Se va perdiendo la costumbre de crear historias nuevas, y todo se ve reflejado en el momento en el que comenzamos a hablar y siguen saliendo a relucir las mismas anécdotas de hace dos años, a las que todavía nos aferramos porque realmente no hay nada nuevo de lo cual presumir, que nos de pie para reírnos.

Y nos seguimos riendo de lo mismo, porque a pesar de los elefantes en la sala de toda historia, (Todos esos temas que dejamos pasar para no discutir, los que ignoramos para no llevar a mayores y los que no tocamos porque sabemos que no podemos cambiar), el afecto no se lava con las manchas, y sigue allí... Bailando entre la opacidad de la fábrica.

Un rayito de luz no caería mal. Otra historia nueva qué contar, otros momentos para recordar... Porque, aunque siempre decidimos pensar que no nos va a suceder, hasta a las mejores fábricas les ha llegado su bancarrota.

"Nunca es mala idea quitarle el polvo a las bandas de ensamblaje, antes de que las puertas cierren y la fila de tostadoras oxidadas entre telarañas sean los únicos recuerdos que queden para el mañana".

Mientras despierto del letargo, seguiré cortando, despegando, ensamblando, pegando y pintando. Porque una loca de la asamblea que no tiene ni voz ni voto me grita desde lo lejos que lo único que necesito son unas buenas vacaciones.

Buenas noches, galletitas.




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