miércoles, 26 de febrero de 2025

Uno a uno se va rompiendo



 Buenas noches galletitas. Tenía tiempo sin pasar por aquí y no seguiré poniendo excusas. Sencillamente la vida del adulto es muy difícil, por muy fácil que la tengas.

Hoy me acordé de ustedes porque se me rompió algo. Y dirán: "Bueno, las cosas se rompen tarde o temprano, es normal" y sí, tienen toda la razón.

Las cosas normalmente se ponen viejas, usadas. Pasan los años y pierden el brillo, el lustre, pierden una pata o en este caso, una alita. Y bueno, no pasa nada ¿verdad?; le ponemos peguita y quedará casi como nueva.

Y así pasará hasta que se rompa otra alita y la volvamos a pegar, o una esquina pierda color, se desconche por alguna parte, se le caiga la plaquita con el nombre, etc. Llegando al punto donde no la podamos reparar más, y no tengamos más remedio que botarlo o reemplazarlo. 

La mayoría de las cosas materiales las podemos reemplazar fácilmente, el problema no es ese. El problema viene cuando lo que quieres reemplazar lo puedes comprar pero no vendrá completo.

Hoy se cayó accidentalmente algo, y se llevó consigo un angelito que tenía en mi pared.

Es un angelito que puedo comprar de nuevo con unos pocos dólares, no me va a afectar económicamente en ningún sentido, pero es un angelito que compré con mi papá.

Y sí, ya lo sé. Vuelve el perro arrepentido con el rabo entre las piernas... Y sí, también sé que compré un millón de cosas con mi papá. 

El otro problema que tengo es que me mudé de país, y cuando te mudas con una maleta no hay muchas cosas que puedas llevar contigo. Me traje 8 cosas que me dio o compré con mi papá. Cosas que me gustan mucho, pero que no uso muy seguido para no estancarme en un pozo de tristeza permanente por recordar que no está aquí (Que igual lo recuerdo cada 5 minutos, pero intento cada día recordarlo con un poquito más de alegría por haberlo tenido en mi vida y un poquito menos de sumergirme en la laguna de la tristeza).

Entonces, cuando tienes 8 cosas solamente, aunque no las uses mucho, inevitablemente alguna corre riesgo de dañarse, de ponerse vieja, de roerse o estirarse, de llevar su ciclo de vida como todos nosotros. Y sí, las puedo comprar otra vez, pero no las puedo comprar con mi papá.

No puedo escaparme con él al metrópolis saliendo de protinal a comprarse la camisa amarilla que se ponía cuando iba a pescar (Ese día me fue a buscar porque salía de clases, comimos en McDonald's, un heladito en la 4D y lo vi mirando las cosas para pescar en una tienda, le dije "pa cómprate, aprovecha, pa' eso trabajas" y me hizo caso: Se compró dos camisas, unos cuántos anzuelos, unos carretes y no recuerdo qué más).

Tampoco puedo volver a despertarme con la luz en la cara a las 3am con mi papá en la puerta diciendo "vístete y haz la maleta que nos vamos por ahí". Terminamos mi mamá, mi papá y yo en Mérida sin tener donde quedarnos, recorriendo las calles hasta que emcontramos habitación en un castillo que hacía de hotel. En ese viaje en el que escuchamos José Luis Perales todo el camino fue que compré la virgencita que tengo en la mesa y el angelito que se me rompió hoy (No recuerdo porqué tan religiosa pero todavía me gustan)

Y así cada una de las 8 cosas tienen sus historias, unas más borrosas en mi cabeza que otras por el tiempo que tienen, pero todas presentes conmigo. 

Indudablemente sé que ninguna de esas cosas es mi papá, ni lo va a traer de vuelta, ni me hace mejor hija o peor por tenerlas conmigo, pero cada vez que se rompe un alita o se suelta un botón, se me aprieta un poquito el corazón porque mi cabeza no puede evitar pensar "Si se va una cosa, me quedan siete. Y así irán hasta que no me quede ninguna"

Ya me quedan siete nada más, con una pendiendo de un hilo porque se le partió el alita hoy, e inevitablemente se irán desvanenciendo porque así es la vida y lo material. 

Lo cierto es que hoy estoy triste por la alita rota, consternada por la noticia de la muerte de alguien que estaba muy joven y llena de vida, que merecía más tiempo aquí (Como todas las personas buenas), porque mis amigas están lejos y las que están cerca están en otra etapa de la vida donde no las puedo juzgar por no darle prioridad a algunas situaciones. Porque mi mamá y mi familia están lejos y los extraño también todos los días. Porque siento el peso del mundo sobre mis hombros, de todos preguntando "Para cuándo el postgrado?" cuando trabajo durísimo a diario para no irme a la laguna del letargo porque todavía no ha sido mi oportunidad, y no sé cuándo será.

Porque estoy entre un mar de gente, tratando de ser la mejor, pero nunca es suficiente. Siempre quieren más, siempre necesitan más, siempre puedo ser mejor y nunca es "eres la mejor". Y porque en ese mar de gente me siento en una balsa flotando a lo lejos, viéndolos sin estar ahí. 

Hoy estoy nostálgica por muchas cosas, pero la alita rota fue la que más me arrugó el corazón. 

Desearía ser suficiente, desearía que la gente buena no se tenga que ir antes de tiempo, y desearía poder ir de nuevo a Mérida escuchando José Luis Perales con mi mamá y mi papá a comprar el angelito que no tenga el ala rota. 

1 comentario: