viernes, 14 de noviembre de 2014

El que mucho se despide...

... Es porque no se quiere ir.


Ya sabrán que desde hace mucho tiempo he ido dando avances melancólicos por la recta final de mi primera etapa universitaria.

Estudio en una universidad donde las uñas son el mayor recurso propuesto por su directiva (Sí, en esa vaina se trabaja, estudia y se resuelve con las uñas porque no hay plata, profesores, estructuras decentes, aire acondicionado y apenas existe el hospital) así que al ser estudiante de medicina, queda la penosa tarea de "elegir" un hospital donde puedas capacitar el resto de tus clases (Más bien dar una opción y esperar que no te manden al coño lejos de allí).

Quizás no suena tan malo, eso te permite volver a tu casa o cerca de ella, o irte a un lugar nuevo que quieras conocer (Si la demanda de cupos lo permite), pero eso implica una de las cosas más difíciles que deseaba con toda mi alma que sucediera en primer año, que me parecía bien en segundo año pero que en este preciso momento, cuando el teórico de tercero terminó y ya no queda más tiempo ha sido mi peor pesadilla: Irme.

Sí, la Yo de hace 3 años estaría sorprendida porque su odio hacia esa ciudad y universidad era implacable... Pero observa pequeña, las cosas cambian.

Por supuesto que un lugar es horrible al llegar si estas solo, tienes que aprender a vivir solo y no conoces a absolutamente nadie. Pero esa situación cambia cuando te independizas y haces amigos.

La asamblea mental ha tomado una decisión unánime estos días y es la de odiar demasiado a la yo actual y extrañar a esa de primer año, la que odiaba la universidad y el hecho de tener que esperar años para dejarla, y todo por el simple hecho de que la yo de ahorita NO SE QUIERE IR.

No porque adore estar lejos de su familia y amigos de infancia, no porque San Juan sea la ciudad en potencia a punto de tumbar a Nueva York en su ranking de genialidad ni porque la universidad sea tan confortable que no quiera dejarla (40 grados el clima, sin aire acondicionado... Podrán comprender).

Sino por tener que dejar a lo que hicieron que la yo de primero cambiara radicalmente su opinión: La familia de San Juan.

En la universidad es muy extraño observar que los grupos se mantengan, la mayoría se va desintegrando con el tiempo y cuando te das cuenta, ya quedan solo 1 o 2 de los originales... Pero ese no fue mi caso.

Nos fuimos integrando desde primer año donde poco a poco cada uno fue encontrando su lugar y ya para segundo éramos inseparables. 

Pasó como todas las cosas bonitas e impredecibles suceden: Sin darnos cuenta.

Puedo empezar a rememorar los momentos que nos hacen parecer más viejos, porque son los recordamos cada vez que podemos: Margarita, Barinas, Sabor Oriental, Valencia, El día de la disco y la redada policial... Pero esos momentos son precisamente para eso, para recordarlos cada vez que una cerveza se cruce por nuestros caminos.

Los momentos que me han puesto nostálgica y que más voy a extrañar son, sorpresivamente, los otros... De los que no me acuerdo todos los días, porque son tan comunes que no los tomo en cuenta.

Las reuniones para "estudiar", las esperas entre horas de clase, sentarme en las últimas filas, que me manden a callar por fastidiar a Leo y a Rafa, las trasnochadas para estudiar con Yeni, las cantadas con Mari, las peleas de compañeras de cuarto con Ange, los almuerzos en la residencia de Divi, los abrazos de Keylier... Todas esas nimiedades cotidianas que no tomaba en cuenta porque nunca pensé que me iban a faltar... Y que ahora que me vine y que estoy empezando a asimilar que no voy a volver, son las que más extraño.

Les agradezco mil veces, mil años por todo lo bueno y lo malo. 
Por los desayunos, almuerzos, cenas con Yeni y Ange, mis súper compañeras de cuarto.
Por las cantadas en el kareoke (El improvisado en la residencia y el de verdad) con Mari, 
Por las conversaciones (Que no eran muy frecuentes y que quizás mi cerebro recuerde más de las que de verdad fueron) con Rafa, 
Por la paciencia de Leo (Sé que no fue fácil soportarme).
Y por todos los demás, que tuvieron su partecita para hacer de San Juan un hogar para mí.

No tengo la necesidad de seguir recordándoles esas cositas, porque ellos las vivieron tambíen. Los extrañaré como nunca, no porque vaya a ser la última vez que los vea (Esto va para rato), sino porque la balanza cambió, y ya no seremos los mismos todos los días.

Ya mi maleta está desempacada lejos de ustedes, la maleta más difícil que he tenido que hacer y deshacer en mi vida, pero todo esto se veía venir no?

Espero con toda la sinceridad del mundo que cada uno de ustedes sigan el camino brillante que llevan, que terminen siendo los médicos más exitosos de Venezuela porque se merecen eso y más. Que en un futuro sus números estén en el discado rápido de mi teléfono porque sé que no podré encontrar mejores colegas para consultar que ustedes. 

Ya llegó el momento de asumirlo y aprenderlo a llevar. Ya no tengo más que decirles, porque mi infinito agradecimiento y cariño va más allá de las palabras. Siempre estaré para ustedes.

Atentamente, la Oriana actual.
Ahí les dejé café.

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