domingo, 18 de agosto de 2024

Arrugas, vengan a mí

Cada año es más frecuente que me pregunten si estoy preparada para las arrugas, las canas, los dolores de rodilla (Que ya me acompañan desde 2015 más o menos) y los pormenores de envejecer. También los que me recuerdan que ya no tengo 15 años y que se me va a pasar el tren de la maternidad si no me apuro, y no pueden faltar los que me dicen que vaya ahorrando para el bótox, el lifting y las "arreglos" que voy a necesitar.

Una costumbre de estas generaciones: Apurarse para todo, y temer a lo inevitable. Pero, ¿saben qué? Yo lo veo distinto.

Mi cumpleaños se volvió agridulce desde que mi papá no está y desde que vivo lejos de mi familia, aunque no me puedo quejar porque mis amigos y mi esposo (Qué lindo suena, ¿verdad?) se encargan de hacerme sentir recordada.

Sin embargo, me sigue emocionando el hecho de cumplir años. Me emociona el hecho de algún día tener arrugas, de esas que se forman en la frente y las comisuras de los labios por reír tanto. Me emocionan las canas, que le dicen al mundo que mi melanina no está igual porque llevo muchos años vividos en este mundo. Le tomé mucho cariño a mis cicatrices porque cuentan historias, y respiran vida; y le tomaré más cariño a las cicatrices por venir: La de la cesárea o episiorrafia, la de la rodilla cuando me caiga persiguiendo a mi bebé que empiece a caminar, la del acné que me adorne y le diga al mundo que superé mis problemas hormonales. Las estrías del embarazo y de la vida misma.

Lo verán como un chiste, la vejez. Pero no hay nada más bonito que llegar como mi Uco, con su carácter indomable, su guayoyo por las tardes y la habilidad de agacharse para recoger cosas del piso sin quejarse, todo a sus 89 años. 

Ojalá vida que me regales las arrugas, porque morir sin arrugas, canas, estrías, celulitis, ni manchas es de gente joven. Y yo me quiero ir de este mundo bien vivida, bien marcada y bien añejada.