lunes, 16 de mayo de 2022

Porque sí.

Hoy me dieron ganas de escribir pero no encontraba de qué hablar.


Mi cabeza, como ya sabes, es un revoloteo constante de pensamientos sin comienzo ni final, que no tienen nada que ver uno con el otro, que a veces me llevan a lugares excepcionalmente felices o completamente oscuros, donde me sumerjo y muchas veces es muy difícil sacarme.

Me puse a navegar por horas en mi mar de incoherencias y ninguna me llamaba especialmente la atención: Barquitos de papel nadando en agua de lluvia, la sensación de tu barba en mi cara en las mañanas, el olor a cafecito recién molido, tu sonrisa cuando algo te hace realmente feliz, mis preocupaciones diarias, tu mechón gris que me vuelve loca, la cita de la visa, tu chaqueta de cuero... Y así divagué por horas, hasta que me di cuenta de porqué no encontraba un tema del cual hablar: Es que siempre en el medio de mi hilo enmarañado de historias inconclusas, estás tú. No quiero escribir sobre nada más, ni quiero escribir para nadie más que no seas tú.

Eres lo primero que veo cuando despierto, y me haces feliz desde el momento en el que dejo de soñar y te escucho respirar. 

Mi vida ha mejorado cada día desde que te conocí porque siempre has estado apoyándome y has creído en mí hasta en los momentos en los que yo misma no lo he hecho.

Conoces lo peor de mí, y te has quedado, no me has juzgado ni me has hecho sentir como un monstruo. Solo me abrazas y me dices que todo va a estar bien.

Me has ayudado a sanar muchas heridas y sobrellevar otras que no son fáciles de llevar y mucho menos superar.

Me dejaste entrar en tu vida, poquito a poquito, y me has hecho amarte cada día más, aunque a veces me parece difícil poder quererte y admirarte más de lo que ya lo hago.

Eres el hombre más increíble que he conocido, y me has devuelto las ganas de querer ser mejor, de superarme y ser mejor cada día para merecer todo el amor que me das.

Tengo más de un millón de cosas de ti que podría seguir alabando pero esas te las voy diciendo de poquito en poquito, mientras disfruto del tiempo que nos toque vivir la vida juntos.

Eres mi equipo, mis ganas de sentir maripositas, mi ejemplo, mi roble, mi corazoncito abombado de felicidad, todo lo que siempre he deseado, eres mi amor.

Soy la mujer más afortunada por tener la dicha de conocerte, y decir que formas parte de mi vida de una manera tan bonita, y aprovecharé cada momento que la vida me regale contigo, por mucho o poco que sea.

Entonces, en resumen, te podría decir un montón de cosas más, como Rachel a Ross y su carta de 18 páginas por delante y por detrás, pero realmente te escribo porque te amo, porque me inspiras, porque te agradezco la vida entera y más por ser como eres y porque no hay nada más en este mundo que me haga sentir como tú lo haces, y eso merece ser escrito.

Con mucho mucho amor, Oriana.