domingo, 10 de noviembre de 2019

Algo malhumorada

Supongo que la adultez viene con mucho más que el aumento de peso desenfrenado y el acceso legal al alcohol. Además del derecho de tomar ciertas decisiones conlleva a la adquisición de una de las peores (Y mejores cosas a la vez): las responsabilidades. 
Las responsabilidades no son más que las cosas molestosas que solían hacer nuestros padres (Como trabajar, ahorrar, comprar comida y limpiar la casa), por las cuales no les dábamos el mérito suficiente ya que asumíamos que era fácil porque lo hacían todo sin mostrar ni un destello de esfuerzo.

Los admiro y los admiraré siempre porque yo hago todas esas cosas y sigo con la casa sucia todos los días (Aunque todas las mañanas y tardes Mónica Geller se apodere de mis deseos e inevitablemente empiece a refregar y doblar todo lo que se me ponga en frente), siempre me falta algo por comprar cuando llego a casa y mis ahorros equivalen a lo que cuesta una empanada mordida y medio vaso de malta.

Además de todo eso, la adultez viene con otro tipo de cosas, cosas que son de veras desagradables y una de ellas es que puede inducirnos a dejar durmiendo a nuestro niño interior. El que pinta, el que juega, el que escribe y canta, que dibuja cada vez que le place y estudia con ansias de saber cada día más.

Mi niña interior dibuja torres Eiffel y Giraldas en el trabajo cuando no hay pacientes, canta todo el día (A veces bonito, a veces no), le gustan los documentales de Discovery sobre el universo y sus secretos, las galletas con chispas de chocolates, los pollitos, los girasoles, los huevos hervidos y el color amarillo.

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Todos y cada uno de mis días intento que ella no se vaya nunca, porque es la que realmente me hace feliz. Amo a mis padres (Aunque discuta a diestra y siniestra con ellos) y a mi familia, aprecio a mis amigos de verdad, admiro a mis profesores y superiores que lo merecen, pero mi niña interior me hace feliz.

En fin, les hablo sobre esto porque me he dado cuenta que mientras más años  (y responsabilidades) tengamos, más rápido pasa el tiempo, y nos pasa como les pasa a esos papás que trabajan horas extra: Dejamos de lado a nuestros niños. Hay cada vez menos tiempo para compartir con ellos, porque el dinero ni los títulos llegan solos, porque ya estamos grandes y ya no podemos depender de papá y mamá para que se encarguen de que todo esté en orden. Y la mala noticia de todo esto es que no va a mejorar. 

El tiempo no vuelve y las responsabilidades se hacen cada vez mayores.

Pero hay un pequeño escape a la ley de la vida, y es por voluntad propia que tendremos derecho al mismo: Siempre hay 5 minutos, y tú decides cómo usarlos. 

Yo decidí usarlos para hacer mis torres Eiffel y mis Giraldas, para cantar por los pasillos del hospital, y escribir de vez en cuando aquí, en mi refugio que me hace feliz.

Y ustedes? 


Les escribo hoy porque tengo 3 días que no me soporto ni a mí misma y me he dado cuenta que mi niña interior sólo quería respirar un ratico. Espero saludarlos pronto, espero poder dalres 5 minutos más seguido.

Buenas tardes, medio mañanas porque es domingo, galletitas.


jueves, 22 de agosto de 2019

2 años después...

Creo que ni yo misma puedo creerlo...

Después de tener una discusión bastante acalorada con Gmail por unos 20 minutos e intentar recordar todas las claves que he usado para las 47 redes sociales que he abierto desde que tengo uso de razón y acceso a internet (Cuando utilizar internet significaba dejar a mamá sin Cantv y el inicio hacia unos ruidos dignos de un C3PO con artritis), POR FIN logré recuperar mi preciada cuenta! Esa que tenía escondida en el polvo de mi memoria pero que siempre he querido como mi hija primogénita.

Me disculpo con mi querido little cookies, con pepe grillo y mi asamblea mental por haberlos dejado en el olvido tanto tiempo. No les prometo regularidad y mucho menos que las cosas volverán a ser como antes pero haré todo mi esfuerzo por no abandonarlos para siempre, se merecen algo más, se merecen lo mejor.

Y quizás los pocos lectores que se atrevan a abrir este pequeño vejestorio (O probablemente ninguno) se preguntarán "Quién sacó a esta loca de Bárbula? Y por qué le habla a una cuenta de Blogger como si fuese su mejor amiga?" Y es que en efecto my little cookies, estoy loca. Y en algún sentido, este blog fue mi mejor amigo por mucho tiempo. 

Quizás suene descabellado, pero para aquellos que viven su día a día entre letras entiendan un poco lo que quiero decir.

No hay nada como colocar tu playlist ideal para escribir, una taza de café, un poquito de privacidad y tiempo con un teclado. Y no, no es que haya perdido los estribos y tenga un brazalete de amistad con este rinconcito, pero tener el privilegio de escribir siempre me ha ayudado a pensar, a analizarme mientras lo hago, a desahogarme con la persona más importante en cuanto a decisiones y sentimientos en mi vida: Yo misma.

Tardé demasiado tiempo en darme cuenta que la opinión más importante es la mía, que lo que pienso de mí misma y cómo me siento con las cosas que hago vale más que todos los lingotes de oro en el mundo... Pero creo que lo logré, o mejor dicho, que cada día voy dando pasitos para lograrlo.

En gran parte todo este avance se lo debo primeramente a pepe grillo, quien me guió en mis inicios, ingenuo como ninguno y puro, purísimo también, con un corazón invaluable. También forma parte importantísima de esto mi asamblea mental, un montón de chiquiticas y chiquiticos encerrados en un cuarto amarillo con girasoles en la mesa preparados todos los días para debatir y de vez en cuando para entrarse a golpes y defender sus puntos de vista en lo que a... Bueno, a todo, se refiere. A veces ganaba la razón, a veces el corazón era el rey, muchas otras la confusión y el miedo pero lo que si era seguro es que al final, sin importar las riñas, TODOS actuaban para hacer de mis días y de mí misma alguien mejor.

Los extrañé como nunca y les tengo noticias que los hará saltar de alegría, pero decidí dedicarles este post solo para agradecerles, porque no tenía ni idea de que ustedes me ayudarían a ser la mujer que soy hoy. Por eso coloqué el playlist que elegí la primera vez que me dediqué a escribir, ese que no ha cambiado (aunque se haya extendido un poquito), y me senté a ver la entrada en blanco, esperando a mi musa que tomó la mejor decisión del mundo: Darles las gracias.

Los dejo por hoy, de verdad prometo esforzarme por no dejarlos en el olvido nuevamente y espero tener tiempo nuevamente para escuchar este playlist y contarles las buenas nuevas.

Buenas noches, ya bastante noches, mis galletitas.